En el marco del Foro Económico de Davos que
se lleva adelante en Suiza, la ONG española Oxfam (compuesta por 19
organizaciones sociales contra la pobreza en más de 90 países) ha presentado un
informe en el que revela que 8 personas tienen la misma riqueza que la mitad de
la población más pobre. Es decir, 8 personas concentran la misma “riqueza” que
3.600.000.000 de personas. Ésto, además de obsceno, injusto, no ético, inmoral y todos los calificativos que quiera
agregar; en economía se llama concentración de la riqueza. Éste no es un
fenómeno nuevo, sin embargo, el ritmo con el que viene avanzando es cada vez
más vertiginoso. Hace seis o siete años, para trasportar a los ricos que
acumulaban igual riqueza que la mitad de la población mundial era necesario un
Boeing 777 (más de 500 pasajeros). El año pasado alcanzaba con un colectivo de
dos pisos y este año una combi le queda grande. ¿El año que viene irán en moto?
¿Y los 8, los 20, los 50,… más ricos; cuánto acumularán? ¿Cuántos miles de
millones serán los pobres necesarios para sostener este sistema?
El informe evidencia cómo las grandes
corporaciones consiguen eludir o evadir el pago de impuestos, devalúar los
salarios de sus trabajadores y los precios que pagan a los productores, e
invertir cada vez menos en sus empresas con el único fin de maximizar los
beneficios que van a parar a sus adinerados accionistas. Otro detalle que
destaca este informe es que muchas de las personas más ricas no han generado su
riqueza por sí mismas, sino que la han heredado o acumulado gracias a su
participación en industrias en las que la corrupción y el nepotismo son
reinantes. Estos ricos son tan ricos porque utilizan una intrincada red de
paraísos fiscales para evadir impuestos, un ejército de asesores financieros
para garantizar altos rendimientos y pagar bajos salarios; además de utilizar
su dinero e influencias para orientar las leyes y políticas a su favor (y
obtener más ganancias). El tema principal del Foro de Davos este año es
“Liderazgo reactivo y responsable”. Los participantes del mismo podrían empezar
pagando la totalidad de los impuestos que les corresponden y garantizando que
sus empresas paguen salarios dignos.
La tendencia a acumular riquezas es tan
antigua como la humanidad misma, de antes de las colonias y del imperio. Pero,
estas escandalosas dimensiones son alcanzadas con el afianzamiento del
capitalismo financiero y su expansión global a través de las políticas
neoliberales. Los organismos internacionales de crédito (FMI, Banco Mundial),
salieron a ofrecer plata a los países que la necesitaban (todos), y aconsejaban
las “10 Reglas” o mandamientos, conocidas como Consenso de Washington (ajuste
fiscal, apertura comercial, privatizaciones, desregulación/flexibilización,
reforma tributaria/previsional, entre otras). La promesa era que estas medidas traerían crecimiento y
de esta manera la riqueza se derramaría a todos los estratos de la sociedad,
aumentando el bienestar general. Pero, también vino acompañado de guerras y dictaduras
(Plan Cóndor para A.L.); y de una fuerte campaña de colonización del
pensamiento a través de los medios de comunicación, la publicidad, la educación
(planes de estudio) y demás estrategias de dominación de masas.
Hoy tenemos evidencias de que la riqueza no
se derrama, sino que se concentra para arriba; que el mercado no es el mejor
asignador de los recursos escasos, que la meritocracia en estas condiciones no
funciona y que el capitalismo/neoliberalismo nos está llevando al fin de la
humanidad misma, sin escatimar sufrimiento y miseria en el camino.
Allá por mediados del 1800 Karl Marx ya
anticipaba esta situación y esbozaba una salida. Es necesario abandonar la
“alienación” y tener “conciencia de clase”. Cuando seamos concientes de la
clase a la que pertenecemos (no de la que quisiéramos pertenecer o de la que
nos dicen que pertenecemos), podremos dar origen a una sociedad nueva en la que
los procesos de producción, distribución y consumo se organicen de otra manera.
De una manera más humana, más social, en la que la ganancia no sea el motor,
con otros objetivos y otras prioridades. Sin lugar a dudas, gobiernos de
millonarios (Trump, Macri, Temer, Peña Nieto, Fushimori, etc.) despidiendo
gente, bajando salarios, explotando al máximo los recursos naturales,
devastando y rematando todo; no nos llevará hacia ese camino.
Imaginemos que un billonario (tiene un
millón de millones) derrochara un millón de dólares por día, aún así,
necesitaría 2.738 años para gastar toda su fortuna. Keynes, otro gran
economista, decía "en el largo plazo estamos todos muertos”. No sirven
soluciones a largo plazo. Si solucionamos el corto plazo, estamos logrando
resultados a largo plazo.
Hay que cambiar las reglas del “juego”, y
eso implica repartir de nuevo.
Datos:
- En
2015, las 10 mayores empresas del mundo tuvieron una facturación (declarada)
superior a los ingresos públicos de 180 países juntos.
- La
evasión y elusión fiscal por parte de las grandes multinacionales priva a los
países pobres de al menos 100.000 millones de dólares cada año en ingresos
fiscales, dinero suficiente para financiar servicios educativos para los 124
millones de niños y niñas sin escolarizar o atención sanitaria que podría
evitar la muerte de al menos seis millones de niños y niñas cada año.
Fuentes:
- https://www.oxfam.org/es/sala-de-prensa/notas-de-prensa/2017-01-16/ocho-personas-poseen-la-misma-riqueza-que-la-mitad-mas
- Carlos
Heller, “Pensar con audacia otro modelo de sociedad”. Página 12, 20 de enero de
2017.
Por: Lic. Vanesa May
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