miércoles, 14 de junio de 2017

INCLUSIÓN: Escuelita 486 recibe a los alumnos de la comunidad Yvyrá Poty



PUERTO RICO. Con el traslado de la comunidad mbya Yvyrá Poty desde Colonia San Alberto a la Colonia Línea Paraná, los niños también se tuvieron que cambiar de escuela, pasando a asistir ahora a la Escuela 486, conocida como la escuelita de Kipp, por encontrarse en inmediaciones de un campo que lleva ese nombre. Con esta realidad, este año toda la comunidad educativa tuvo que encarar grandes cambios a fin de sobrellevar los desafíos de la integración sin el acompañamiento de ninguna institución del Estado. 
Según contó a EL PERIÓDICO Rosana Franco, la directora de la institución, lo único que recibieron fue un aviso del municipio de que los niños mbya este año empezarían a asistir a su escuela: “En diciembre del año pasado el señor Luis Bogado de la Municipalidad de Puerto Rico se me acercó para avisarme que estaban trasladando a la comunidad a esta zona y que posiblemente los niños vengan a la escuela este año. Pero llegó marzo y los chicos no venían así que me comuniqué con la directora de la escuela anterior a la que asistían y con ella fuimos a la comunidad a hablar con el cacique y a presentarnos y a invitarlos a que vengan a la escuela; de ahí empezaron a asistir”, contó.
En total en la escuelita hay 59 alumnos, de los cuales 19 son de la comunidad mbya, el resto en su mayoría del popular barrio Fátima y algunos pocos de la zona de la colonia. Los grados funcionan en la modalidad plurigrados: primero y segundo por un lado, tercero y quinto en otro, cuarto, sexto y séptimo por otro. En el establecimiento funciona también el NENI 2075, con 11 alumnos de 3, 4 y 5 años, de los cuales 6 son mbya.
A pesar de los grandes cambios que está experimentando la institución, siguen funcionando como una escuela común con clases a la mañana y el desayuno. En este sentido, la directora contó que la partida para el desayuno no les está alcanzando: “nosotros no tenemos la experiencia de las escuelas intercultural bilingüe, que son de jornada completa, pero estamos haciendo esta experiencia que no es fácil porque los chicos están viniendo y a veces vienen en familia, con sus mamás y hermanitos y el desayuno no nos alcanza porque queremos compartir con ellos. Hemos hecho el pedido, esperamos que nos puedan dar un refuerzo porque es muy importante que los chicos desayunen, de hecho nuestros alumnos son muy humildes por eso pedimos que nos den un poco más para que nos alcance para todos”, contó.
Además, explicó lo que significa para el cuerpo docente la experiencia: “Para nosotros es todo un desafío, un aprendizaje, aprender el idioma, la cultura, desde un primer momento cuando nos contaron de la posibilidad ya nos planteamos la incertidumbre de cómo trabajar ahora sabiendo que los niños que tenemos ya tienen muchos conflictos, con grandes problemas de conducta y aprendizaje, por lo que no sabíamos cómo iba a resultar”, explicó.
Sin embargo, para sorpresa de todos, ocurrió algo inesperado: “Con toda la expectativa que teníamos de cómo se iban a fusionar los chicos, lo que ocurrió fue que los niños mbya se sumaron a los grupos con su forma de ser tan pacífica, tan tranquilos, que en lugar de que la situación se complejice más, lo que ocurrió fue todo lo contrario, pues hasta los niños que tenían más problemas de conducta ahora están más tranquilos y los grados trabajan mucho mejor, tenemos que ir a un ritmo más lento con el aprendizaje, pero en el proceso estamos aprendiendo otras cosas”, explicó Franco.
Los docentes de los grados con niños más pequeños son los que tienen mayor dificultad porque los mbya no manejan el castellano.
En el caso de primer y segundo grado, la maestra Patricia Guastavino, encaró el desafío generando un grado bilingüe, es decir, que todas las tareas y las enseñanzas se dan en los dos idiomas: “No es fácil porque los más chiquitos no hablan el castellano, así que tuve que ponerme a aprender para poder enseñarles, entonces les puedo dar los contenidos en una forma en que ellos entiendan, pero con la intención de que aprendan el castellano, y a la vez, a los otros niños que no son mbya, les exijo que aprendan el guaraní que también les va a servir para la vida”, explicó la maestra.
Si bien estos serán seguramente los problemas mayores que tienen los docentes de este establecimiento educativo, no son los únicos. Cuando desde EL PERIÓDICO llegamos a la escuela, la maestra de nivel inicial estaba limpiando el piso del pasillo de la escuela, después pudimos ver que era porque ya había limpiado el grado. Esta escuela tampoco tiene portero, por lo que los docentes deben limpiar el aula luego de cada jornada.
La maestra de nivel inicial Mariela Richter, explicó los desafíos de tener de pronto la mayoría de sus alumnos de la comunidad mbya: “De mis 11 alumnitos, 6 son aborígenes, y son muy chiquitos, es muy difícil sin ayuda poder llegar a ellos porque no sé cómo comunicarme. Yo intento que se dé una integración pero los niños no se juntan, están siempre armando grupitos por separado y no juegan juntos, no lo estoy pudiendo lograr. Ahora estoy buscando ayuda de algunas personas para poder enseñarles algo en su idioma, como las partes del cuerpo que estamos viendo, y lo hacemos en los dos idiomas, voy a ir viendo cómo evoluciona el aprendizaje, pero me siento muy sola en esto”, contó.
Hasta el momento, la escuela no recibió ninguna ayuda ni acompañamiento por parte ni del Consejo de Educación ni de Asuntos Guaraníes de la provincia. Sino que como se puede apreciar en los testimonios, los mismos docentes, en su vocación de enseñar, se las están arreglando para poder llevar adelante el gran desafío que tienen por delante.
Pero no lo toman de mala gana, sino todo lo contrario según explicó la directora: “Nosotros tratamos de enseñarles, pero ellos también nos enseñan, a valorar las cosas sencillas, a tomarnos el tiempo para disfrutar de las cosas, ellos abrazan, ellos dan cariño, son todos una ternura, así que todos estamos aprendiendo”, finalizó.

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