El
19 de junio, justo un día antes de la celebración del día de la Bandera y la
conmemoración a Manuel Belgrano, patriota revolucionario, el gobierno decide
bajar la bandera y entregar el destino de los argentinos al capital financiero
internacional (una vez más). Sin lugar a dudas, ese día estará escrito en la
historia de deuda de la argentina al ceder a las recomendaciones de los grandes
bancos y emitir un bono de 2700 millones de dólares a 100 años a una tasa del 8%
anual (la misma tasa a la que nos prestan a corto y mediano plazo). Haciendo
cuentas rápidas, esto significa que se van a pagar 216 millones de dólares al
año solo en intereses, 21.600 millones de dólares de intereses en 100 años. Es
decir, vamos a pagar 8 veces la deuda en intereses, más el capital. Además, me
gustaría saber cuál es la comisión de los bancos (los mismos que nos
acompañaron en el blindaje, en el megacanje y antes también), el porcentaje de
gastos administrativos, donde se fijó jurisdicción y las clausulas
contingentes. Mírese por donde se mire, este es un muy mal negocio y paso a
explicar por qué lo considero de ese modo.
Al
ser una emisión en dólares, acabamos de atar los próximos 100 años de la
Argentina al destino del país que en menos de ese periodo de tiempo ha tenido
las dos peores crisis de la historia del capitalismo: la Gran Depresión del ´30
y la debacle financiera del 2008 (caída de Leman Broathers e hipotecas sub-prime).
Si Estados Unidos logra salir “relativamente” airoso de semejantes crisis, es
porque al ser el dólar una moneda universal, logra exportar sus crisis al resto
del mundo. Pero esa exportación impacta mucho más en los países que necesitan
esa moneda para afrontar los servicios de la deuda y los que tienen su economía
más abierta, sin mecanismos de control que permitan amortiguar dichas
fluctuaciones por tener una política de “libre movilidad de capitales”. Una
estrategia mucho más sustentables es diversificar la cartera y tener medidas
proteccionistas que limiten la especulación y el oportunismo carroñero (como
hacen los países desarrollados). Al estar atados al dólar (como en la
convertibilidad), no solo tendremos que preocuparnos por nuestra inflación,
sino también por la inflación en dólares.
Mirando
en contexto las políticas de este gobierno, desde el pago a los fondos buitres
(dando por tierra una importante batalla que venía realizando la Argentina con
el apoyo de más de 180 países y sentando precedentes en Naciones Unidas), la sesión
de derechos y de recursos de las Islas Malvinas, la ventaja otorgada a las
actividades extractivistas de capital concentrado y extranjero como agro y
minería (quita de retenciones, tipo de cambio conveniente, flexibilización
laboral y en controles ambientales, salarios a la baja, concesiones de
explotación más que convenientes para ellos, etc.); la apertura de la economía
(en perjuicio de la industria nacional), la desregulación de los mercados y la
vuelta al endeudamiento crónico. Entonces, mientras nos ganamos la confianza de
los mercados y volvemos a insertarnos al mundo aumentó la pobreza, aumentó el
desempleo, aumentó la recesión, aumentaron los recortes en subsidios de
servicios básicos (luz, gas, agua, transporte, generando una importante caída
del ingreso disponible de las familias y afectando la competitividad de la
industria), recortes a jubilaciones, pensiones y asignaciones, paritarias a la
baja que no logran recuperar la pérdida del poder adquisitivo, perdida de
derechos y una inflación que está bajando después de haber escalado a los
niveles más altos de los últimos 15 años. Todo esto en el momento en que más
plata ha entrado al país, por la toma de deuda y por el blanqueo de capitales.
¿Qué nos quedará para cuando haya que empezar a afrontar los vencimientos de
esta deuda adquirida? ¿Qué nos quedará para la época de vacas flacas?
Este
bono ad eternum es un cheque en
blanco que habilita a más medidas de ajuste sobre la población y más
apropiación de nuestros recursos por parte del capital internacional. Argentina
es un país que no ha estado nunca más de 50 años sin caer en default. ¿Qué
pasará si volvemos a caer en uno? Ya no solo van a venir por YPF, las empresas
nacionales, y los recursos de siempre. Van a venir por los glaciares, por la
Antártida, por el Acuífero Guaraní. Es sabido que la próxima Guerra Mundial va
a ser por el agua dulce y nosotros la estamos timbando al “mejor postor”.
Y
cuando me empiezo a sentir muy apocalíptica, se me viene a la cabeza el caso de
Grecia, cuna de la democracia, que ante un contundente referéndum la población
dijo NO a la continuidad de las políticas de ajuste. La Troica y los mercados
respondieron con la negativa y además le expropiaron islas enteras del
mediterráneo, parques arqueológicos invaluables patrimonios de la humanidad,
impidiéndoles inclusive, poder usar sus propios recursos para generar recursos
para pagar “su deuda”. Entonces, miro a México que también cometió el mismo
error (pero al 5% de interés anual) y lo veo hundido en la violencia, tomado
por el narcotráfico y la corrupción, explotación laboral, desaparición de
personas, persecución y asesinato a periodistas y dirigentes sociales,
migración y más pobreza.
Nos vamos a morir nosotros, se van a morir nuestros
hijos, y esta deuda se seguirá pagando. ¿Cómo un gobierno que es elegido por 4
años puede tomar decisiones que afectarán a los próximos 100? ¿Cómo esto es
celebrado como una señal de confianza, cuando ni así se logro que modifiquen
nuestra categoría de país fronterizo (menor que emergente)? Esa es la señal de
que aún hay mucho para dar, solo es cuestión de tiempo. ¿Qué son 50-80-100 años
para el capital? Para nosotros son varias generaciones.
Lic. Vanesa May
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