jueves, 22 de junio de 2017

A media asta (Columna Económica)

El 19 de junio, justo un día antes de la celebración del día de la Bandera y la conmemoración a Manuel Belgrano, patriota revolucionario, el gobierno decide bajar la bandera y entregar el destino de los argentinos al capital financiero internacional (una vez más). Sin lugar a dudas, ese día estará escrito en la historia de deuda de la argentina al ceder a las recomendaciones de los grandes bancos y emitir un bono de 2700 millones de dólares a 100 años a una tasa del 8% anual (la misma tasa a la que nos prestan a corto y mediano plazo). Haciendo cuentas rápidas, esto significa que se van a pagar 216 millones de dólares al año solo en intereses, 21.600 millones de dólares de intereses en 100 años. Es decir, vamos a pagar 8 veces la deuda en intereses, más el capital. Además, me gustaría saber cuál es la comisión de los bancos (los mismos que nos acompañaron en el blindaje, en el megacanje y antes también), el porcentaje de gastos administrativos, donde se fijó jurisdicción y las clausulas contingentes. Mírese por donde se mire, este es un muy mal negocio y paso a explicar por qué lo considero de ese modo.

Al ser una emisión en dólares, acabamos de atar los próximos 100 años de la Argentina al destino del país que en menos de ese periodo de tiempo ha tenido las dos peores crisis de la historia del capitalismo: la Gran Depresión del ´30 y la debacle financiera del 2008 (caída de Leman Broathers e hipotecas sub-prime). Si Estados Unidos logra salir “relativamente” airoso de semejantes crisis, es porque al ser el dólar una moneda universal, logra exportar sus crisis al resto del mundo. Pero esa exportación impacta mucho más en los países que necesitan esa moneda para afrontar los servicios de la deuda y los que tienen su economía más abierta, sin mecanismos de control que permitan amortiguar dichas fluctuaciones por tener una política de “libre movilidad de capitales”. Una estrategia mucho más sustentables es diversificar la cartera y tener medidas proteccionistas que limiten la especulación y el oportunismo carroñero (como hacen los países desarrollados). Al estar atados al dólar (como en la convertibilidad), no solo tendremos que preocuparnos por nuestra inflación, sino también por la inflación en dólares.
Mirando en contexto las políticas de este gobierno, desde el pago a los fondos buitres (dando por tierra una importante batalla que venía realizando la Argentina con el apoyo de más de 180 países y sentando precedentes en Naciones Unidas), la sesión de derechos y de recursos de las Islas Malvinas, la ventaja otorgada a las actividades extractivistas de capital concentrado y extranjero como agro y minería (quita de retenciones, tipo de cambio conveniente, flexibilización laboral y en controles ambientales, salarios a la baja, concesiones de explotación más que convenientes para ellos, etc.); la apertura de la economía (en perjuicio de la industria nacional), la desregulación de los mercados y la vuelta al endeudamiento crónico. Entonces, mientras nos ganamos la confianza de los mercados y volvemos a insertarnos al mundo aumentó la pobreza, aumentó el desempleo, aumentó la recesión, aumentaron los recortes en subsidios de servicios básicos (luz, gas, agua, transporte, generando una importante caída del ingreso disponible de las familias y afectando la competitividad de la industria), recortes a jubilaciones, pensiones y asignaciones, paritarias a la baja que no logran recuperar la pérdida del poder adquisitivo, perdida de derechos y una inflación que está bajando después de haber escalado a los niveles más altos de los últimos 15 años. Todo esto en el momento en que más plata ha entrado al país, por la toma de deuda y por el blanqueo de capitales. ¿Qué nos quedará para cuando haya que empezar a afrontar los vencimientos de esta deuda adquirida? ¿Qué nos quedará para la época de vacas flacas?
Este bono ad eternum es un cheque en blanco que habilita a más medidas de ajuste sobre la población y más apropiación de nuestros recursos por parte del capital internacional. Argentina es un país que no ha estado nunca más de 50 años sin caer en default. ¿Qué pasará si volvemos a caer en uno? Ya no solo van a venir por YPF, las empresas nacionales, y los recursos de siempre. Van a venir por los glaciares, por la Antártida, por el Acuífero Guaraní. Es sabido que la próxima Guerra Mundial va a ser por el agua dulce y nosotros la estamos timbando al “mejor postor”.
Y cuando me empiezo a sentir muy apocalíptica, se me viene a la cabeza el caso de Grecia, cuna de la democracia, que ante un contundente referéndum la población dijo NO a la continuidad de las políticas de ajuste. La Troica y los mercados respondieron con la negativa y además le expropiaron islas enteras del mediterráneo, parques arqueológicos invaluables patrimonios de la humanidad, impidiéndoles inclusive, poder usar sus propios recursos para generar recursos para pagar “su deuda”. Entonces, miro a México que también cometió el mismo error (pero al 5% de interés anual) y lo veo hundido en la violencia, tomado por el narcotráfico y la corrupción, explotación laboral, desaparición de personas, persecución y asesinato a periodistas y dirigentes sociales, migración y más pobreza.
Nos vamos a morir nosotros, se van a morir nuestros hijos, y esta deuda se seguirá pagando. ¿Cómo un gobierno que es elegido por 4 años puede tomar decisiones que afectarán a los próximos 100? ¿Cómo esto es celebrado como una señal de confianza, cuando ni así se logro que modifiquen nuestra categoría de país fronterizo (menor que emergente)? Esa es la señal de que aún hay mucho para dar, solo es cuestión de tiempo. ¿Qué son 50-80-100 años para el capital? Para nosotros son varias generaciones.  






  Lic. Vanesa May

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