PUERTO RICO. “A todos en algún momento la vida nos derrumba, allí, nada vale más que los brazos que te alzan para volver a ponerte de pie, esos brazos fuertes son los que te ayudan a seguir adelante porque a vos fuerzas ya no te quedan. En mi caso, fueron los brazos de mi hijo Eduardo”, cuenta Lidia cuando narra uno de los momentos bisagra de su vida, luego de que su esposo falleciera sorpresivamente.
Lidia Elba Klein, madre, abuela, emprendedora, comerciante, artesana, escritora y excelente narradora de historias, escribió con su rúbrica un nuevo capítulo en la historia de su comunidad al presentar su primer libro: “De todo un poco y algo más”, que fue puesto en manos de los lectores con una presentación sencilla ante la presencia de familiares, amistades e invitados especiales.
“Hace mucho que escribo pero nunca tuve el coraje de editar un libro, y ahora que mis nietos están creciendo quisiera que se puedan llevar alguna de las experiencias que tuvimos los abuelos y que sepan que no siempre fue tan fácil la vida como es ahora y que antes había que luchar mucho para conseguir lo que uno quería.
Además, me gustaría que se informen sobre las costumbres del pueblo, ya que quien se olvida de sus raíces difícilmente tenga un futuro”, cuenta Lidia cuando empieza a relatar las razones que la llevaron a este compilado, que resultó finalmente ser una selección de textos escritos durante muchos años, de géneros distintos, pues el lector transita por la prosa, anécdotas, poesía, cuentos fantásticos e historias reales, pero en definitiva, todas letras empapadas del mismo espíritu generoso de esta mujer.
Multipremiada como artesana con sus manteles hechos a mano, su fama fue notoria por llevarse durante muchos años consecutivos el primer lugar en el rubro Textiles-Bordado en la Feria Internacional de Artesanías en la provincia de Córdoba.
Pero ahora, incursionando en otro campo del arte, presentó su libro y se encuentra avanza en la segunda edición que pronto será presentada como su segundo libro con muchas de las historias y poesías que quedaron fuera de esta primera obra. “Aunque esta segunda edición será un poco más crítica”, confesó.
Son en total 118 capítulos, en los que se destacan los poemas escritos a sus nietos, las historias de pueblo y principalmente, los valores humanos que Lidia desea transmitir a las generaciones futuras.
“Santiago tiene los ojos más puros que vi en un chico, de él puedo decir que los ojos son un espejo del alma: alegría, bronca, temor, ilusión, amor, todo lo podés saber con mirarlo nada más. Ojalá la vida no te quite ese brillo, sería una pena perder la calidez de una mirada ante un mundo sin lugar para los seres especiales que nos enseñan tanto con su forma de ser”, narra uno de sus poemas.
Con sus 75 años, Lidia considera que su memoria le facilita las cosas para recordar las historias vividas y poder comparar la sociedad de antes con la de ahora. Las ideas están plasmadas en el libro como un aporte, principalmente a sus nietos, pero también a comunidad.
Cuando habla de su pueblo, prefiere no expresarse de otro modo que no sea por medio de su arte, sin embargo, se anima a unos pocos conceptos: “La tecnología, así como hizo mucho bien, hizo mucho mal; si bien se ha ganado porque los chicos están súper informados, se han perdido aspectos valiosos como el compartir en comunidad, el saludo, el abrazo”, cuenta.
En tanto a la idiosincrasia del pueblo, indica: “Puerto Rico es una comunidad productiva, con proyección de futuro y buena gente, cada uno en lo suyo se maneja bien, pero cada uno en lo suyo”, dice.
Pero como suele divertir a la vida al ponernos a todos a reconfigurarnos, hace 28 años le tocó a Lidia, cuando perdió a su esposo que falleció de un infarto. “Nosotros teníamos un matrimonio muy lindo y él se fue de la noche a la mañana quedándome sola. Eso fue muy duro para mí, trabajábamos juntos y nuestra pareja era muy linda.
No creo que alguien que no lo vivió tenga la capacidad de saber lo que uno siente al quedarse solo, a muchos le ha pasado, pero yo sentí que había perdido la mitad de mi ser, no podía seguir sola, no podía caminar, tal fue el golpe que si no hubiese tenido la ayuda de mis hijos y de mis amigos más cercanos, no sé si hubiese podido salir adelante. Fue en ese momento que con la ayuda de mi hijo pusimos este negocio, que es una casa de repuestos para tractores.
En esos momentos duros uno no identifica con claridad la ayuda de las personas, a mí me parecía que todo lo que me decían estaba mal pero todo era para ayudarme, luego con el paso del tiempo uno entiende y agradece la ayuda porque finalmente uno logra volver a reír y a ser feliz, cosa que en ese momento no sabe, pero se puede”, contó.
Y arrancó una nueva lucha, la de imponerse como mujer al frente de un negocio propio de hombre, como lo es una casa de repuestos. “Mi hijo me ayudó y las empresas y las marcas también me ayudaron, pero yo tuve que ponerme a estudiando los manuales porque cómo vas a saber lo que es un repuesto si no estudiás, mi esposo era el mecánico y yo ayudaba con la parte contable, pero no manejaba tanto el tema. Sin embargo, logré hacerlo funcionar y en eso sigo trabajando hasta hoy en día”.
Las historias de Lidia fueron publicadas en medios locales muchas veces, relatos de su infancia en el Club Victoria, las tradicionales navidades familiares que se celebraban durante sus años de infancia con costumbres que hoy ya no existen pero que han marcado su vida. Pero ahora con este libro busca no solamente homenajear a sus nietos, sino también regalarse a su comunidad con fragmentos de su corazón que van en forma de letras y relatos, con la esperanza de que convertidos en semillas puedan germinar y florecer con los mejores frutos en los jardines de las siguientes generaciones.
Sergio López para Primera Edición
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